Aitor Santos MoyaSEGUIRMADRID
Actualizado:05/06/2021 02:17h
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Las algaradas comenzaron hace menos de un año, en julio de 2020, cuando la escultura en honor de Francisco Javier Sauquillo, uno de los abogados laboralistas asesinado en la matanza de Atocha de 1977, apareció vandalizada con pintadas de esvásticas y mensajes tan poco sibilinos como «Rojos, hambre y piojos». Aquel primer ataque, sucedido en el paseo de Coslada que lleva su nombre, a pocos metros de la estación de Cercanías Coslada Central, fue el preámbulo de una serie de episodios que han venido sacudiendo al municipio:
dos asaltos al local de la asociación de vecinos Fleming, el sonado boicot a Pablo Iglesias por parte de un grupo de radicales de Bastión Frontal o la última embestida
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